viernes, 3 de septiembre de 2010

¿Sabe reconocer sus errores?

Aunque nuestro ego se resiste a admitir que hemos errado, asumir los propios errores y reconocerlos ante los demás es el primer paso para convertir nuestros fallos en aprendizajes útiles. Pedir disculpas a quienes nos rodean es otra habilidad social poco cultivada pero muy positiva para mejorar las relaciones.
"Admito que me equivoqué"; "lo siento, te debo una disculpa"; "reconozco que has sido un error de mi parte"; "al final la que tenías razón eras tu y no yo"; "he metido la pata...". Frases como éstas suelen atragantársele a la mayoría de la gente y deben superar muchas resistencias psicológicas para salir de su boca.

¿Por qué nos cuesta tanto reconocer ante los demás que nos hemos equivocado? La mayoría estamos de acuerdo con el dicho popular de que "errar es humano y corregir es de sabios", pero un escaso porcentaje de nosotros lo pone en práctica con naturalidad; la mayoría lo posterga, lo evita todo lo posible o ni siquiera se lo plantea.

"Una de las razones por la que nos resistimos tanto a admitir nuestros fallos ante los demás es que consideramos erróneamente que esto supone una muestra de debilidad o de incapacidad, cuando en realidad suele ser todo lo contrario: es una demostración de seguridad y confianza en uno mismo, y de nuestra capacidad de rectificar y aprender de los errores", explica Carmen Retuerce, experta en habilidades sociales.

Según Retuerce, otra de las razones de las resistencias a reconocer una equivocación propia ante otra persona consiste en que "a menudo ello implica tener que pedirle después una disculpa, algo que muchos viven como una auténtica humillación o una forma de otorgar poder a otra persona sobre uno mismo".

"El que tiene boca, se equivoca", dice la sabiduría popular, mientras que el filósofo chino Confucio afirmaba hace alrededor de 2.500 años que "el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor".

¿SE COMPORTA USTED COMO EL ERIZO...?.

"No obstante, y siguiendo con los proverbios, en lo que a reconocer las equivocaciones puede decirse que "del dicho al hecho, hay mucho trecho...". Muchos dicen que es lo más correcto, pero pocos lo ponen en práctica", señala Retuerce.

Según esta experta, a menudo nos cuesta reconocer nuestras equivocaciones "simplemente porque la falta de práctica y de costumbre nos mantiene por una especie de una inercia mental, en una posición de autoprotección, similar a la 'bola de pinchos' en que se transforma el erizo cuando se siente amenazado y que nadie se atreve a tocar".

"Esta actitud nos muestra ante los demás como personas arrogantes e inflexibles, lo cual nos conduce no sólo a llevarnos y comunicarnos mal con ellos, y a sentirnos a disgusto con nosotros mismos. No reconocer los errores es el mayor de los errores y a su vez el origen de un camino que nos aleja de la gente, de la realidad y de la posibilidad de ser felices", señala Retuerce.

Para salir de este pernicioso ciclo, la experta recomienda empezar por reconocer los fallos pequeños: "por ejemplo, hemos de bromear sobre una comida que nos ha quedado sosa o un despiste como el de perder las llaves. Esto nos dará práctica y soltura para reconocer errores importantes y abrir la puerta a una solución".

También recomienda Retuerce, "prestar atención a las personas humildes que no tienen reparos en pedir disculpas a los demás y comprobar el efecto positivo y de satisfacción de su actitud, tanto en ellos mismos como en los demás. El mundo no se acaba por pedir disculpas; realmente no pasa nada por hacerlo".

Según esta experta en habilidades sociales, "una vez que se haya pedido perdón por un error considerable, hay que intentar corregirlo para no volver a cometerlo. Pero hay que hacerlo con la cabeza bien alta: no hace falta bajar la mirada ni avergonzarse; basta con reconocer el error y mostrar el deseo de que se acepten nuestras disculpas".

"Cuando las disculpas nos las piden a nosotros y lo hacen con sinceridad, hay que aceptarlas y agradecerlas, en lugar de intentar machacar a esa persona. Así como tratamos a los demás, los demás tenderán a tratarnos a nosotros", finaliza Retuerce.

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